Eunice Mercedes de la Rosa.
Estudiar la trayectoria de Salome Ureña en sus diferentes facetas, constituye una fuente inagotable de valores dignos de promover en las aulas y en cualquier espacio de interacción social.
En la mayoría de sus poesías dedicadas al amor a la patria y a su familia, vemos en Salomé Ureña una mujer, una madre que, aunque le tocó vivir en una época en la que la mujer no tenía una participación activa en la sociedad, sirvió de ejemplo a mujeres y madres de su generación, dando muestra de valentía, patriotismo, superación personal y profesional, solidaridad, humildad, tolerancia y sobre todo amor, ternura y abnegación.
Como madre, Salomé Ureña tuvo una marcada influencia en la formación del carácter y personalidad de sus hijos inculcando en ellos el amor a las letras y al magisterio, viendo en esta última una forma de servir a la patria.
Mi Pedro no es soldado; no ambiciona
de César ni Alejandro los laureles;
si a sus sienes aguarda una corona,
la hallará del estudio en los vergeles.
Así es mi Pedro, generoso y bueno,
todo lo grande le merece culto;
entre el ruido del mundo irá sereno,
que lleva de virtud germen oculto.
En cada verso del poema “En el nacimiento de mi primogénito”, la poeta expresa con amor y ternura el regocijo que siente toda madre ante la llegada de su primer hijo. En el poema, “Mi pedro” dedicado a Pedro Henríquez Ureña cuando este tenía apenas 6 años de edad, predice los logros de su vida futura, convirtiéndose más tarde en una de las principales figuras de las letras y la educación dominicana.
Levántate, alma mía,
por el materno amor transfigurada,
y a los confines del espacio envía
el himno de la dicha inesperada.
Los cielos se inclinaron,
y descendió al hogar entre armonías
el ángel que mis sueños suspiraron,
nuncio de bendiciones y alegrías.
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