Por Onofre Salvador
Sobre esto se ha escrito y debatido mucho, no es para menos; debe existir una estrecha relación entre ambas. El bien, fundamento de la moral, tiene que ser el adorno principal del quehacer político.
Resulta complicado el tema de por si, sobre todo por la variedad de patrones conductuales; de igual modo no se quedan atrás, los múltiples intereses de mucha gente que se inclina por algo llamado a ser noble.
Ejercer la profesión u oficio de político, plantea muchas dificultades, entre las que aflora en primera línea la incomprensión. No siempre se entiende lo bueno, y con cierta frecuencia se impone, aunque disfrazado, lo que daña la colectividad.
Al margen de lo que pueda concebirse dentro del ámbito de la pureza, existe lo que denominamos intereses ocultos o nocivos, extensión directa de las conductas maleadas.
A la política se debe ir a servir; aspecto que engrandece a todo aquél que lo coloca en su agenda. En uno de los diez libros que integran la República, obra maestra de Platón, en la que organiza básicamente posiciones del pensamiento socrático, hace referencia de que se le debe servir a la ciudad, no a una clase determinada.
Dirigir los destinos de un país, o asumir otras posiciones de carácter electivo, no resulta simple; lo que se discute, al margen de dicha dificultad, es el comportamiento abiertamente dañino de aquellos que se enfocan en beneficiarse junto a su entorno, olvidando a los que están más allá con nombre de mayoría.
Ir a la política sin atributos morales es ir directo a poner en práctica la maldad. Por desgracia, eso ha crecido como la verdolaga, manifestándose desde las posiciones más simples, hasta las más encumbradas.
Lamentablemente, no es solo que lo malo produce mucho ruido en la política, sino además que se multiplica de forma alarmante a través de las acciones de muchos personajes que entran al ruedo a lucrarse y a producir toda clase de daño.
Moral y política deben ser hermanas gemelas, ofreciendo la primera la garantía necesaria para que la segunda no decepcione, tal y se ve hoy, y probablemente se vea por los siglos de los siglos.
Definitivamente, hay un problema de fondo, consustancial al ser humano; se trata del distanciamiento de la moral, de muchos individuos que deciden hacer carrera en la política.
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