​Lo ético y moral en el desempeño de las potestades públicas

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Por Onofre Salvador


Desde la antigüedad se habla de la ética y la moral, cualidades ligadas al accionar del ser humano en su desenvolvimiento cotidiano. Su ejercicio debe ser invariable, ya que en caso contrario se caería en el terreno de lo dañino para si y los demás.


Sócrate, Platón, Aristoteles, y otros connotados filósofos, escribieron de estás partes, mismas que consideraron vitales para la sana inserción del hombre en sociedad, y, en sentido


más estricto, en las funciones de Estado, a partir de la praxis política, el ejercicio del derecho, la propia filosofía, entre otras.


Hoy, con muchos siglos de por medio, siguen cobrando importancia estás ramas gemelas del buen comportamiento, sobresaliendo la necesidad de anteponerlas a cuestiones desechables en el accionar de muchos que recibimos el calificativo de seres humanos.


La ética y la moral no se supeditan a retórica rimbombante, a decir con altanería o arrogancia que somos esto, que hicimos tal cosa, se trata de verlas en el plano real, pero además, que se correspondan con una práctica justa, responsable y cargada de respeto hacia los demás.


En la actualidad y, fundamentalmente en el ejercicio de las potestades públicas, se ve con mucha frecuencia a individuos que se sienten colocados por encima de todo lo que está fuera de ellos. No comprender el rol a desempeñar en un puesto público, al que se llega producto del señalamiento e impulso de otros, viene a ser como aquello de desconocer que existe un zapato para cada pie.


Es elemental saber que una función electiva o llegada a través de un decreto, no es para jugar a la petulancia, arrogancia, desprecio e irrespeto hacia los ciudadanos; entenderlo así coloca a quien sea en la posición de un ruin o canalla en sentido claro.


Manejar fondos públicos no puede ser, bajo circunstancia alguna, mandato para hacer lo que se nos venga en gana, peor todavía, asimilando al resto de los mortales como si fuéramos perfectos idiotas.

Hay que repetir para que se entienda en mayúscula, que el manejo de fondos públicos manda a dar detalles frecuentes, por tratarse de algo que no tiene características de propiedad privada, para lo cual se hace necesario el previo conocimiento de las fuentes que le originan, de sus discusiones y, finalmente, de su uso.


Las potestades públicas no es asunto de faraones, de rodillos que aplastan, se trata de tener los pies sobre el suelo y actuar con racionalidad, equilibrio, respeto y todo lo que al final del día tiene estrecha relación con la ética y la moral.


Pensamientos, palabras y hechos, necesitan estar adheridos de manera inquebrantable, todo lo contrario a eso, es falacia de punta a punta.


Creer saberlo todo, creerse más inteligente que los demás, es un signo claro de la peor de las ignorancia.

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