De transparencia y otras fragancias

Onofre Salvador

Suena repetitivo, pero palabras y hechos deben tener un estrecho vínculo para que algo pueda ser creíble. Los discursos políticos podrían llevarnos lejos, asimismo nos pueden tender trampas incómodas de manejar.

Transparencia es una palabra de un alto valor en el plano individual, y adquiere dimensiones elevadisimas en los asuntos de Estado, por todo lo que implica el manejo de la cosa pública.

Partiendo de su peso, se tiene que estar conteste que hablar de la misma en término de posesión como valor, requiere reciedumbre moral y ética desde la a hasta la z. No puede existir un mínimo de resquicio a través del cual se puedan ver detalles que la nieguen.

Ser transparente nos coloca a otro nivel, sin embargo no es correcto vanagloriarse de estar en ese sitial, si se arrastraren cuestionamientos que alejen indefectiblemente de esa excepcional condición moral.

En estos días que vivimos, se pone con frecuencia sobre el tapete, la transparencia como escudo de campaña, aspecto que está sujeto al cedazo de los votantes, mismos que ven, escuchan, y conocen el comportamiento de cada uno de los actores políticos.

El antiguo filósofo y religioso iraní, zaratustra o Zoroastro, hacía hincapié en que se debía tener buenos pensamientos, buenas palabras y buenos hechos. En estos tres componentes, hay detalles que miden la categoría de cada persona; son reveladores de lo que somos en el mundo real.

No estamos para juzgar, pero si para opinar en democracia, haciendo notar que estaremos, igual que mucha gente, observando el devenir de la campaña electoral, en la que estoy seguro se dirán cosas buenas y barbaridades difíciles de creer o entender.

Ojalá se hagan debates sobre el tema en cuestión y otros de mucha relevancia, ahí la población se daría un banquete, tiene todo el derecho no solo de que le digan yo soy, sino que se lo demuestren con hechos