Reflexión sobre el Evangelio según San Juan 15, 9-17

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Lucila





El pasaje del Evangelio de este domingo nos presenta uno de los mensajes más profundos y centrales de la enseñanza de Jesús: el amor. Jesús, al hablar con sus discípulos, expresa la relación de amor que existe entre Él y el Padre, una relación que ahora se extiende a sus seguidores. La invitación de Jesús es clara: "Permaneced en mi amor". Este llamado no es simplemente a un sentimiento pasajero, sino a una vida que se mantiene firme en la relación con Él, obedeciendo sus mandamientos y viviendo de acuerdo con su ejemplo.


El amor como mandamiento


Jesús deja claro que su mandamiento principal es amar a los demás como Él nos ha amado. Este amor no es superficial ni egoísta, sino un amor que está dispuesto a sacrificarse, incluso hasta el punto de entregar la vida por los amigos. Este tipo de amor se convierte en la medida de nuestra relación con Dios y con los demás.


Cuando Jesús dice "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos", nos está mostrando que el verdadero amor implica entrega, renuncia y sacrificio. Esto nos desafía a reflexionar sobre cómo vivimos este amor en nuestra vida diaria. ¿Estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros por el bien de los demás? ¿Somos capaces de poner a los otros antes que nuestros propios intereses?


 De siervos a amigos


Otro aspecto significativo de este pasaje es la transformación de la relación entre Jesús y sus discípulos. Ya no los llama siervos, sino **amigos**. Este cambio de término es poderoso, porque un siervo obedece por obligación, mientras que un amigo lo hace por amor y comprensión. Jesús comparte con sus discípulos todo lo que ha oído del Padre, revelándoles el sentido profundo de su misión y propósito. Ellos no están simplemente cumpliendo órdenes, sino que participan en el plan divino de llevar el amor de Dios al mundo.


 Elegidos para dar fruto


Una de las frases más alentadoras de este pasaje es cuando Jesús dice: "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido". Esto nos recuerda que nuestra relación con Dios no es fruto de nuestras acciones o méritos, sino de su iniciativa amorosa. Hemos sido **elegidos para dar fruto**, un fruto que debe perdurar. Este fruto puede manifestarse en nuestras buenas obras, en la forma en que tratamos a los demás y en cómo reflejamos el amor de Dios en nuestras vidas.


 El poder de la oración


Finalmente, Jesús asegura que lo que pidamos al Padre en su nombre se nos concederá. Esto nos recuerda el poder de la oración cuando se hace desde una relación auténtica con Dios. Pedir en el nombre de Jesús implica pedir conforme a su voluntad, buscando siempre lo que es bueno, justo y verdadero.


Conclusión


El Evangelio de este domingo nos invita a vivir en el amor de Cristo, un amor que se manifiesta en nuestras acciones, en nuestra relación con los demás y en nuestra disposición a seguir sus mandamientos. No estamos llamados a ser siervos, sino amigos, a participar activamente en la misión de amar como Jesús nos ha amado. Al reflexionar sobre este pasaje, podemos preguntarnos: ¿Cómo puedo amar más plenamente a los demás en mi vida diaria? ¿Estoy dispuesto a sacrificarme por el bien de los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús?




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