Un camino de amor y entrega

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Lucila (1)


En este pasaje del Evangelio de San Marcos, Jesús nos invita a reflexionar profundamente sobre lo que significa seguirlo, especialmente cuando enfrentamos momentos de confusión o sufrimiento en nuestra vida.


Cuando el hombre se acerca a Jesús con la pregunta más importante de todas —“¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”—, el Señor lo mira con amor. Este detalle es fundamental: Jesús siempre mira con amor a quienes buscan la verdad, a quienes anhelan algo más profundo para llenar sus corazones. Si hoy te sientes perdido, si el dolor o la incertidumbre te embargan, también Jesús te mira con ese mismo amor infinito, dispuesto a guiarte hacia el verdadero camino.


El hombre asegura haber cumplido los mandamientos, pero Jesús le ofrece algo más: la libertad del desapego, una invitación a soltar lo que lo ata, lo que le impide vivir plenamente el amor a Dios y al prójimo. “Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Este llamado de Jesús es también para nosotros hoy. A veces, sentimos que no encontramos nuestro camino porque estamos aferrados a cosas que pensamos que nos darán seguridad, pero que en realidad nos esclavizan: el miedo al futuro, las preocupaciones materiales, las heridas del pasado.


Jesús nos enseña que el verdadero consuelo y la verdadera libertad vienen cuando aprendemos a confiar plenamente en Él** y a poner nuestras riquezas —no solo materiales, sino también nuestros talentos, tiempo y amor— al servicio de los demás. No es un camino fácil, y lo reconoce: “Qué difícil es para los que confían en las riquezas entrar en el Reino de Dios”. Sin embargo, Jesús nos da una esperanza mayor: “Para Dios todo es posible”.


Si hoy te sientes cansado, abrumado por las circunstancias, recuerda que Dios tiene el poder de transformar lo que parece imposible en un milagro de vida. No necesitas tener todas las respuestas, solo necesitas abrir tu corazón y confiar en que Él puede obrar en ti.


Pedro, en nombre de los discípulos, dice: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”. Tal vez te preguntes si alguna vez podrás encontrar la paz y la alegría que buscas en medio de las pruebas. La promesa de Jesús es clara: quien deja todo por Él, recibirá mucho más, no solo en esta vida, sino en la vida eterna. Esto no significa que no habrá dificultades —Jesús menciona “persecuciones”—, pero sí significa que nunca estamos solos. Dios multiplica lo que entregamos con generosidad y nos da el ciento por uno.


Amigo, amiga, si hoy te sientes perdido, si no encuentras el sentido de tu vida o el camino correcto, escucha esta invitación de Jesús: deja atrás lo que te ata, confía en el amor de Dios y sigue a Jesús. Él te promete una vida de plenitud, no solo más allá de esta existencia, sino también aquí, en medio de las dificultades. No estás solo, Él te acompaña y te ofrece un futuro lleno de esperanza.

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